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Duermen bajo las aguas. Carmen Kurtz



Hay libros que le atrapan a uno desde el título, pero también hay títulos sugestivos que luego no se compadecen de las expectativas suscitadas por ellos mismos. Entre los que siempre me impactaron, me vienen a la memoria Eloisa está debajo de un almendro, El hombre que fue jueves, Duermen bajo las aguas. Abordé la obra de Carmen Kurtz esta primavera, casi como una asignatura pendiente. Su autora se inclinó pronto por la literatura infantil y nunca repitió el aldabonazo de esta narración, a cuya sombra fue quedando desdibujada del panorama literario nacional.
Me embaulé entonces Duermen bajo las aguas, a la que me acerqué sin la mínima noción de su contenido, y me dejó un sabor agridulce:
De un lado, me supo a poco la prosa previsible y desfasada, agravada por un relato que por momentos me evocaba Mujercitas; la deriva vital de una joven de clase alta a la que la vida ha tratado bien, manteniéndola en una burbuja rosada, muy al margen de la realidad; una burbuja que explota en la cara de la protagonista con una explosión retardada, lenta, a plazos, desmoronando sin prisa, pero sin pausa, una mentalidad infantil que pareciera no querer serlo o desconocer su condición; tal vez ambas cosas a un tiempo. Una explosión en forma de guerra española primero y europea después. El final escuálido, de regreso al útero paterno, un remedo de burbuja inicial. Ni un comentario, una sola frase, un algo sobre las circunstancias generales, las motivaciones, los mecanismos, lo que nos hace suponer –y se deja ver– ignorancia por incapacidad.
De otro lado y por encima de las carencias, no pude evitar situar el relato en su contexto de posguerra, la moral y convenciones de la época, la mentalidad de la protagonista que es, en casi todas las medidas, la propia autora. Y así, contextualizando la obra, esta adquiría nuevo vigor, hasta hacerse interesante, novedosa incluso.
Y entonces no sé, entonces este sabor agridulce de ni me gusta ni me desagrada, ni me llena ni me es indiferente, ni chicha ni limoná.

Pasadas unas semanas, me dije “no ha estado mal Duermen bajo las aguas”; pero solo eso, que no ha estado mal.

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