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El Bosque de la Noche - Djuna Barnes. La fatiga de interpretar y contextualizar.


Es esta una novela intocable, que pasa por ser una de las cumbres narrativas del siglo XX. Para llegar a tan feliz conclusión, al lector le espera un arduo trabajo: El de leer una novela corta que se hace larga, por mor de una expresión lingüística autobligada a colocar una metáfora, un oximorón o cualquier otro adorno literario cada poco más de tres líneas. No hay exageración en lo que digo: Todo el relato camina con la torpeza inherente a la acumulación de brillantes disquisiciones sobre lo dicho en la frase anterior, a un extremo tal, que el exasperado lector se verá a menudo en la necesidad de releer la parrafada, para hilvanar significados a veces tan arcanos y ambiguos, tan inescrutables, que solo queda seguir leyendo como si nada, empujando esta trenzada historia amorosa entre tres mujeres muy disímiles y algo esperpénticas, un convidado de piedra en forma de judío errante que no entiende nada, y un doctor O'Connor que se perfila con demasiada evidencia como el vocero de la autora de la obra; un personaje a través del cual se emite todo el discurso social, moral y humano que pudo parecer rompedor en los años treinta, pero que ahora lo pone a uno medio apático. Discurso como digo, acribillado de metáforas, frases ingeniosas y claroscuros bastante conseguidos, pero tan abundantes que terminan por asfixiar el relato y aburrir al lector. Una lástima, porque el magnífico retrato psicológico de Robin o la desesperación de O'Connor, no necesitaban tanta guarnición ni tanta pólvora. El plato así cocinado habría carecido de estridencias, hubiera sido sobradamente contundente, y más veraz.

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