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Mostrando entradas de 2013

El Primer Círculo. Alexander Soljenitsin

Con mi acostumbrado atraso de décadas, hace unas semanas que me he embaulado el voluminoso Primer Círculo de Soljenitsin. El nombre se refiere al nivel de reclusión más suave de la época; las llamadas Sharashkas o laboratorios/cárcel. No tiene el libro más pretensión argumental, ni trama narrativa que la de la mera exposición lineal, a veces tediosa, de las cotidianas existencias de unos presos y sus circunstancias, pero quizás por eso mismo resulta más demoledora. Realmente, no me había planteado escribir sobre este libro (no lo hago con todo lo que leo), pero algo me ha hecho cambiar de opinión: El programa de nazis de hoy. No me refiero al programa que hayan emitido hoy en concreto (seguro que han emitido alguno), sino al de hoy , que sigue al de ayer, que precede al de mañana . Tal reiteración me ha hecho recordar este libro y de paso me ha hecho recordar otro del mismo autor, que leí hace ya muchos años: Archipiélago GULAG , aunque es este un testimonio narrativo y no una novela

Mortal y rosa de Paco Umbral. La exposición de una sensibilidad oculta.

Con mi atraso usual, en esta ocasión de décadas, terminé el mes pasado otro de esos libros que amontono por ahí, que adquirí no recuerdo cómo, y cuya lectura he ido posponiendo por la llegada de esta o aquella novedad, por desidia, por falta de tiempo. Y así, el libro que ahora abordamos es Mortal y Rosa, de nuestro entrañable Paco Umbral. Creo recordar (porque hace añares) que lo compré al hilo de que alguien me comentó que era su mejor obra. Quien fuese, no me mintió. Me gustaba el Umbral columnista en los periódicos, la prosa irónica o feroz y siempre singular de este hombre, a la hora de analizar la actualidad social y política del país. Pero como escritor, no me mataba. Había leído La guapa gente de derechas , y también Iba yo a comprar el pan,  allá por la Transición, y más tarde llegué a ojear sin terminar Mis placeres y mis días . Lo dicho, no me mataba y prefería de largo, su faceta periodística. Bien, he cambiado de opinión. Umbral ya no es Umbral, me lo han cambiado.

La última lectura: Diario de un hombre humillado. Félix de Azúa.

Supongo que está en mí esta predilección por los autores oscuros, de tintes tenebrosos, pegajosamente mortecinos, necrófilamente pesimistas. Así, la locura inverosímil de las monjitas de Donoso, el esperpéntico  León de Natuba trotando sobre la aridez del Sertao, que imaginara Vargas Llosa, los amarillos jadeantes y resecos del universo estéril de Aldecoa, el pozo negro y primitivo del silencioso tiempo de Martín Santos, la distante y gélida ironía de Federico Sánchez, los fantasmas de Alejandra destrozando la frágil inocencia de Martín, en las sombras chinescas incendiadas por Sábato. Acabo de terminar uno de esos libros que compré un día, no recuerdo cómo, no recuerdo cuándo, y que deposité en un estante, entre otros autores nacionales o tal vez crucé al tresbolillo sobre otro montón de libros aún por leer, y allí quedó olvidado, hasta ese día en que cierras un libro y te levantas a por el siguiente, y rebuscas entre los que no han sido abiertos, sopesando cuál puede apetecerte

Revindicación de la literatura

En estos tiempos de omnipresencia audiovisual, es momento de revindicar la literatura. Ante la pasividad del espectador frente a la pantalla, que deja escaso o nulo margen a la imaginación, cabe contraponer la interacción del lector frente al libro, el viejo arte literario que nos permite evocar rostros, paisajes, situaciones, el peso de una frase, la violencia de un sentimiento, una ofuscación aplastante y obsesiva, una alegría desatada y feliz. Y hacerlo con nuestras propias imágenes en nuestro propio pensamiento intransferible. Es tiempo de revindicar la literatura. En nuestro sillón preferido o mecidos por el vagón del metro, recostados en la cama, entre almohadones, antes de dormir, o tumbados en una playa, al calor estival, después de un chapuzón. En silencio o con nuestra música favorita, acompañados o solitarios, con un whisky a mano, o una taza humeante de buen café, de un té aromático y exótico, de una copa de nuestro mejor vino. Este será un espacio para eso: Hab