Magnífica novela de Delibes;
relato documentadísimo y lleno de matices, en el que el maestro Delibes nos
desgrana la historia de Cipriano Salcedo, acaudalado comerciante en pieles e
indumentaria; sus orígenes, educación y amores, sus éxitos comerciales e
inquietudes, su herejía final y su muerte. Y por el camino nos sumerge en la
España del siglo XVI, guiados por su elegante y sucinta prosa castellana, para
asistir con todo lujo de detalles a los usos y costumbres, la economía y sus
oficios, el trato entre los distintos estamentos, las relaciones familiares…
sin olvidar los atuendos, de los que el autor imparte cátedra con su
pormenorizado conocimiento en calzas, carmeñolas, capotillos, sayas, jubones y
ropillas, entre las que los zamarros aforrados supondrán parte importante de la
historia relatada.
Cipriano Salcedo nace en
Valladolid, en el seno de una familia acomodada; la formada por don Bernardo
Salcedo, hombre de negocios, y doña Catalina de Bustamante, que muere en el
parto. Tal desgracia provoca en don Bernardo un insuperable rechazo por el
neonato Cipriano, que resulta además pequeño como un sietemesino, feo y peludo,
despreciable a ojos de su padre, que termina por apartarse de él, asistiendo a
su crianza y educación desde una distancia glacial. El pequeño Cipriano queda
al cuidado de su nodriza Minervina, y con los años, tras el fracaso de un
prefector, será ingresado en un colegio para niños expósitos, donde se formará
con aprovechamiento, pero también aprenderá de la vida toda clase de malicias.
A la muerte de Bernardo, queda
al cuidado y protección de su tío Ignacio Salcedo, oidor de la Chancillería,
que se convierte en su tutor. En esos años se forma en leyes, conoce el amor
del brazo de su antigua nodriza Minervina, hereda una considerable fortuna y
entra en negocios como antes lo hiciera su padre. Hombre de iniciativa,
Cipriano desarrolla una empresa novedosa con las ropillas aforradas y su luego
famoso Zamarro de Cipriano, con el
que hará buenos dineros.
En esa febril actividad
comercial que le reclaman sus negocios, tratando con clientes y proveedores,
conoce a Segundo Centeno, proveedor de vellones, de cuya hija Teodomira se
enamora. Teodomira, en adelante Teo, también conocida como La Reina del Páramo por su habilidad esquiladora de ovejas, se
convierte en su esposa; y con ella iniciará un agotador y estéril tratamiento
para tener descendencia. Sus frecuentes viajes, el carácter inestable de Teo,
amén de la imposibilidad de tener hijos, van lastrando la relación, que termina
cuando ella, desquiciada, es encerrada en un sanatorio mental, donde finalmente
fallece.
Pero es en esas relaciones
comerciales primero, y en la soledad de su viudez después, donde Cipriano va
extendiendo sus amistades hasta tomar contacto con personas del ámbito sino
protestante, al menos reformista, erasmista, y en cualquier caso con inquietudes
religiosas y anhelantes de nuevos postulados. Entre ellos, resalta Pedro
Cazalla, que lo pone en contacto con otros miembros de su familia, como su
madre Leonor o el Doctor Agustín Cazalla, contrastado teólogo y pensador. A
partir de ahí, frecuenta Cipriano círculos decididamente peligrosos por sus
ideas, conventículos en los que conocerá a otras prestigiosas figuras, como
Fray Domingo de Rojas, Carlos de Seso o Ana Enríquez, joven y bella mujer con
la que vivirá una aproximación entre amorosa y platónica. Se implica en la
secta hasta el nivel de imprimir de su propio peculio libros prohibidos,
realizar un viaje a Alemania para entrevistarse con personas luteranas de relieve,
o introducir en la península publicaciones peligrosas.
Por filtraciones e imprudencias,
son descubiertos por el Santo Oficio. Con las primeras detenciones se produce
una desbandada en la que, finalmente, Cipriano Salcedo es apresado. Asistimos
aquí al depresivo encarcelamiento, el tormento en el potro, la desesperanza
ante las delaciones de unos y otros para tratar de salvar el cuello. Cipriano
no se aviene con eso y finalmente es condenado a la hoguera en el histórico
auto de fe de mayo de 1559, en la misma Valladolid.
Aclarar que, al igual que el
auto de fe, las figuras (y condenas) de varios de los más remarcados personajes
reformistas (Agustín Cazalla y familia, Fray Domingo de Rojas, Carlos de Seso…)
son históricas. Sobre ellos, teje Delibes esta maravillosa ficción que,
créanme, es un placer leer.
Siempre lo es don Miguel
Delibes.
Comentarios
Publicar un comentario